EXPEDICIONES CIENTÍFICAS DEL SIGLO XXI: REDESCUBRIENDO LOS OCÉANOS
La aventura de una ocenógrafa granadina por el Pacífico Sur
Isabel Reche en el Pacífico
Luz Rodríguez / Ciencia en Granada El 71 % de la superficie de la Tierra está cubierta de agua. Océanos, mares, lagos, ríos...conforman este valioso patrimonio natural. Conocer sus secretos ha atraído siempre la curiosidad de marineros, exploradores, aventureros y científicos. Los primeros expedicionarios marinos sintieron la necesidad de conocer lo que se escondía al otro del mar, más allá, en el horizonte. Los pioneros en circunnavegar el planeta eran hombres de negocios, movidos por un interés puramente comercial. Tras varios siglos de exploración a lo largo y ancho de la superficie terrestre, en el siglo XXI, lo inexplorado se encuentra bajo el mar, a partir de los 300 metros de profundidad, en el denominado Océano Profundo. Una expedición española, la Expedición Malaspina 2010, recupera el espíritu de las antiguas circunnavegaciones, con un reto, estudiar el impacto del calentamiento global sobre los océanos. Una investigadora granadina, Isabel Reche, formó parte de esta aventura.
El 15 de diciembre de 2010 partió desde el puerto de Cádiz la Expedición de circunnavegación Malaspina, un proyecto del Ministerio de Ciencia en Innovación con el objetivo de explorar la biodiversidad y el impacto del cambio climático en el océano profundo, a bordo del Buque Oceanográfico Hespérides de la Armada y del Sarmiento de Gamboa del CSIC, y que finalizó en Cartagena, el julio de 2011. Cerca de 400 investigadores, entre estudiantes, investigadores nacionales y extranjeros, han participado en esta aventura. Una de ellas ha sido la investigadora de la Universidad de Granada, Isabel Reche, ocenógrafa y profesora titular del Departamento de Ecología de la universidad granadina. Su línea de trabajo se centra en la caracterización de la materia orgánica y sus transformaciones por la comunidad microbiana y sus procesos físico-químicos. Junto a Isabel, viajaron dos jóvenes investigadores de la UGR, Ignacio Pérez y Teresa Serrano y una cuarta científica invitada por la UGR, Eva Ortega.
Su experiencia en la investigación de ecosistemas marinos es lo que le llevó a embarcarse en este proyecto científico, desde Auckland (New Zealand) hasta Honolulu (Hawaii), atravesando el Pacífico latitudinalmente y como en el caso de los naturalistas del siglo XVIII y XIX, también le movía la fascinación por lo inexplorado. “Durante la organización de la expedición y su desarrollo sabíamos que estábamos involucrados en una experiencia única e irrepetible”, explica la investigadora y añade, “sólo conocemos lo que pasa en los primeros 200 metros bajo el mar. Las nuevas técnicas en el campo de la genómica nos permiten explorar el ecosistema del océano profundo y su diversidad biológica. Hoy en día sabemos que hay actividad microbiana a 2.000 metro de profundidad en el Pacífico. Este es un resultado completamente nuevo. Hay más actividad de la que pensamos” explica Isabel Reche durante su reciente conferencia dentro del ciclo “Ciencia en la vida cotidiana” del Parque de las Ciencias de Granada.
Un importante legado científico
Más de 42.000 millas náuticas de circunnavegación, donde se han recogido 120.000 muestras científicas de aire, agua y plancton, que han dado lugar al primer inventario global de organismos transportados por la atmósfera. Por delante queda un intenso y largo trabajo de estudio y catalogación de estas muestras en los laboratorios. “La cantidad del trabajo diario no nos permitía valorar, como ahora tras su conclusión y elaboración de los datos obtenidos, la gran importancia de la expedición no sólo a nivel español sino en el contexto internacional y en su dimensión histórica. Es una expedición muy relevante tanto científicamente como históricamente y es sin duda un hito en la Ciencia española. Ahora, es cuando realmente somos más conscientes de esta dimensión. En el barco sólo piensas en hacer tu trabajo diario lo mejor posible y en ir solucionando los innumerables problemas que iban surgiendo”.
Como relata la investigadora durante su exposición, la expedición Malaspina ha servido también para constatar, científicamente, datos como el aumento de la temperatura de los océanos por la presencia de CO2 en la atsmósfera. “Cuanto más CO2 se libere en la atmósfera, más pasa al Océano, hasta que se equilibra, mientras esto no suceda, el Océano estará actuando como sumidero de CO”.
El impacto de la actividad humana sobre los océanos ha sido constatado, una vez más, con el hallazgo de una zona con una abundancia inusual de plásticos en el Atlántico Sur similar a la ya conocida en el Pacífico Norte, basura que queda acumulada en las islas de la zona ofreciendo una imagen que dista mucho de las playas paradisíacas de estas latitudes, playas cubiertas de plásticos en vez de arena.
Velar por la riqueza de la biodiversidad de los mares y océanos será la labor de las nuevas generaciones de jóvenes investigadores.